Hace poco estaba en un avión y practicaba KenKen, un acertijo matemático, cuando otro pasajero me preguntó por qué me molestaba en hacerlo. Le dije que era por la belleza.

Está bien. Admito que es un juego tonto: debes lograr que los números dentro de la cuadrícula obedezcan ciertos límites matemáticos y, cuando lo hacen, todas las piezas quedan juntas y eso te deja un sentimiento de armonía y orden.

Aún así, la pregunta me hizo cuestionarme sobre qué del pensamiento matemático es lo que resulta tan elegante y estéticamente atractivo. ¿Acaso es la lógica interna? ¿La mezcla única de simplicidad y poder expositivo? ¿O quizá solo su pura belleza intelectual?